#Responsabilidad Social Empresarial
Los riesgos empresariales por el cambio climático
La preocupación por el cambio climático y sus efectos se ha convertido en un aspecto principal para la sociedad en general y para accionistas, reguladores y empresas en particular. Pero ¿por qué?
Qué entendemos por cambio climático
El cambio climático hace referencia a las variaciones a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios, que de forma natural se producirían a lo largo de miles de años, se han acelerado estrepitosamente debido a la acción humana. Y, aunque todavía hay personas que piensan que esto es un ciclo natural, el consenso entre la comunidad científica es unánime: el 98% cree que el aumento de aproximadamente 0,2ºC por década desde la era industrial, es debido principalmente a la quema de combustibles fósiles y a la deforestación.
Este pequeño aumento de temperaturas tiene consecuencias en cada rincón del planeta: aumento del nivel del mar, desertificación, pérdida de biodiversidad, aumento de los eventos extremos como lluvias torrenciales o huracanes, etc. Todos estos riesgos físicos ya están impactando en la sociedad comprometiendo ciudades e infraestructuras, debilitando el sistema alimentario y de salud y provocando la disrupción de los sistemas comerciales establecidos.
Respuesta del entorno ante los riesgos climáticos
Ante esta situación, para frenar las consecuencias del cambio climático, se han definido objetivos globales de limitación de aumento de temperatura. Se requiere reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en aproximadamente un 50% para el año 2030 (desde los niveles de 2010) y alcanzar emisiones “netas cero” (no liberar más carbono a la atmósfera del que se elimina) para 2050. Afrontar este reto implica una transformación radical del sistema económico global, especialmente de nuestras prácticas de energía, transporte y agricultura.
Cada vez son más las organizaciones que están sintiendo las consecuencias del cambio climático y actuando al respecto, tal y como recoge el “CxO Sustainability Report” elaborado por Deloitte, en el que se recoge la opinión de más de 2.000 líderes empresariales de 24 países –entre ellos, España- en torno a las preocupaciones y acciones que las organizaciones están llevando a cabo en materia de cambio climático y sostenibilidad.
Según el informe, los CxO encuestados consideran el cambio climático como uno de los tres temas principales a bordar en los próximos años, el 62% está preocupado todo o la mayor parte del tiempo, y casi todos indican haber sido impactados negativamente por las consecuencias del cambio climático.
Las empresas están sintiendo una amplia presión de distintos grupos de interés para integrar la gestión climática en sus estrategias y operaciones, así como para aumentar la transparencia respecto a estos aspectos. En el mismo informe de Deloitte, más de la mitad de los CxO aseguran que el activismo de sus empleados en materia climática ha llevado a sus organizaciones a aumentar las acciones de sostenibilidad en el último año, y el 65% se ha visto obligado a aumentar la acción climática debido al entorno regulatorio.
Además, desde 2020, más de 500 inversores en todo el mundo, que gestionan colectivamente más de 47 billones de dólares estadounidenses en activos, firman la iniciativa Climate Action 100+ que tiene como objetivo garantizar que los grandes emisores de GEI corporativos tomen medidas sobre el clima.
Paralelamente, los gobiernos de todo el mundo han aumentado drásticamente las políticas y las acciones regulatorias relacionadas con el clima. Durante las últimas tres décadas, casi se ha multiplicado por diez el número de leyes y políticas aprobadas a nivel mundial.
Las empresas, ¿cómo abordar este ámbito?
Toda esta realidad dibuja dos tipos de riesgos relacionados con el cambio climático para las organizaciones. Por un lado, tenemos los ya mencionados riesgos físicos (derivados de los eventos extremos y cambiantes del clima) y, por el otro, los de transición, debidos a la adaptación y al aumento regulatorio hacia un modelo económico descarbonizado. Así, no solo es mayor la presión sobre las compañías para que actúen contra el cambio climático, sino que, también, se suma una creciente petición de información y de transparencia sobre la gestión climática de las empresas.
Por ejemplo, en materia de reporte climático, en 2017 el Financial Stability Board’s Task Force on Climate-related Financial Disclosures (Task Force o TCFD, por sus siglas en inglés) proporcionó un marco global para para que las empresas y otras organizaciones desarrollaran un reporte efectivo de las implicaciones financieras relacionadas con el clima. Desde entonces, su uso ha crecido exponencialmente (más de 3.800 seguidores en octubre de 2022) y son varios los países que han adoptado leyes de divulgación climática: Francia, el Reino Unido, Nueva Zelanda y Japón.
En España, el 21 de mayo de 2021, se publicó en el BOE la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética. Esta Ley pretende asegurar la consecución del objetivo de neutralidad de las emisiones de gases de efecto invernadero en España antes del año 2050 y un sistema energético eficiente y renovable, facilitando una transición justa y garantizando la coherencia con los objetivos en los ámbitos de actuación pública y privada.
Además, y entre otras cosas, en su artículo 32 de integración del riesgo climático, esta ley define la obligatoriedad de publicar con carácter anual un informe en el que se haga una evaluación del impacto financiero sobre la sociedad de los riesgos asociados al cambio climático generados por la exposición a este de su actividad, incluyendo los riesgos de la transición hacia una economía sostenible y las medidas que se adopten para hacer frente a dichos riesgos.
Esta obligación no será efectiva hasta el 2023 cuando se determinen por real decreto los contenidos de este informe. Habrá que ver entonces de qué forma esta información se integra en las Cuentas Anuales y en los Estados de Información no Financiera y se alinea con las recomendaciones del TCFD.
Así, no hay duda de que el cambio climático genera riesgos muy relevantes que impactan directa e indirectamente en la sociedad y en las compañías. Para afrontarlos es fundamental adoptar una visión a largo plazo que integre los aspectos financieros y no financieros, lo que permitirá crear sistemas económicos sostenibles y resilientes adaptados al entorno actual y futuro.