#Equitat de Gènere
DE LA IGUALDAD LEGAL A LA REAL
Un camino basado en la equidad
En pleno siglo XXI, la igualdad y la equidad de género continúan siendo un ideal más que una realidad tangible en numerosos ámbitos de nuestra sociedad. Este fenómeno, lejos de basarse en imposibilidades materiales, radica en una profunda anomalía social: la resistencia a normalizar la igualdad entre hombres y mujeres. A pesar de los avances legales hacia la igualdad formal, la práctica diaria en el ámbito familiar, empresarial y social, revela una brecha aún significativa, marcada por estereotipos y roles tradicionalmente asignados según el género.
En el ámbito corporativo, las preguntas sobre quién lidera las empresas y quién toma las decisiones cruciales, en la mayoría de los casos, siguen teniendo una respuesta masculina. Esta disparidad se extiende más allá del mundo laboral, afectando a la vida cotidiana de las familias. Mayoritariamente, continúan siendo las mujeres quienes sacrifican sus oportunidades profesionales, asisten a las tutorías escolares y se encargan de la compra en el hogar, entre otros muchos ejemplos. Incluso en las monarquías contemporáneas, como la española, el debate sobre la sucesión al trono sigue siendo relevante, planteando cuestiones sobre la preferencia de género en los roles de liderazgo simbólico y real.
Este escenario se complica aún más a causa de la denominada “discriminación positiva”. Se observa una tendencia hacia la sobreprotección de las mujeres, bajo la premisa de compensar las desigualdades históricas, lo que paradójicamente puede limitar aun más su autonomía y reafirmar los estereotipos. Las normas de etiqueta y cortesía, tradicionalmente vistas como muestras de respeto, se reinterpretan en ocasiones como condescendientes o incluso discriminatorias. La presunción de inocencia de algunos hombres, en ciertos contextos, se ve cuestionada.
La puesta en práctica de las cuotas de género, aunque bienintencionada, más bien resulta eso, una mera declaración de intenciones, en lugar de un firme y sólido propósito que permita hacer realidad el objetivo que se persigue: la equidad.
La aplicación racional, real y efectiva de las cuotas de género, siempre tiene que basarse en favorecer al colectivo subrepresentado en igualdad de condiciones (conocimientos, experiencia, habilidades, etc.). Pese al buenismo social a ultranza en esta materia, la realidad es bien distinta: las cuotas de género no se cumplen como fuera deseable. Razones a bien seguro existen muchas y diversas y no tienen una única dimensión. Quienes ostentan determinadas posiciones en la escala profesional, en algunos casos, aún no han alcanzado la madurez suficiente para ceder, o cuanto menos compartir, con el género femenino la oportunidad y el poder que les ha sido atribuido y otorgado durante cientos de años en el pasado. Por su parte, las mujeres llevan décadas preparándose y demostrando día a día, para tener la opción de acceder a los puestos que del mismo modo les corresponden, tanto por valía y mérito, como por equidad.
Al margen de la justicia social implícita, egoístamente, como seres humanos, debemos pensar en el hecho que nuevos aires llevan a otros enfoques y estos a realidades distintas que, tal vez, podrían resultar mejores que las actuales para la sociedad. A la vista de la situación actual del mundo, principalmente gobernado por hombres, considerando que éste dista de ser perfecto y está repleto de ineficiencias (económicas, medioambientales y sociales), las cuales son el legado histórico de las decisiones adoptadas en el pasado, quizás otro enfoque alternativo y novedoso, pudiera revertir ciertos impactos y aprovechar distintas oportunidades para mejorar en términos globales la vida de las personas.
Para superar estos obstáculos, es imprescindible promover un cambio profundo, tanto en las personas como en las estructuras sociales. Es fundamental una nueva educación para los niños y las niñas, que fomente la igualdad de género desde la infancia y prepare a las futuras generaciones para un mundo donde las posibilidades reales de crecimiento y consolidación del éxito profesional, no estén condicionadas por el género.
También resulta crucial promover e impulsar la máxima ambición profesional femenina, con la finalidad que el derecho a la maternidad, entre otros aspectos, no sea impedimento alguno en la carrera profesional de las mujeres, al tiempo que la autonomía económica y emocional efectiva, constituyan la base necesaria, imprescindible e irrenunciable, para poder alcanzar las metas y los retos laborales, sin condicionamiento alguno del entorno personal.
En el ámbito empresarial, los cambios deben orientarse hacia la promoción efectiva de la igualdad de oportunidades. Resulta esencial reconocer y potenciar como activos corporativos muy valiosos, las contribuciones diferenciales de las mujeres en el entorno laboral; por ejemplo: la búsqueda de la estabilidad profesional, la cual implica la fidelidad y el compromiso profesional a largo plazo.
La transición de la igualdad legal a la igualdad real es un camino complejo que requiere de una estrategia basada en la equidad. Solo mediante la comprensión y el ajuste de las dinámicas de género, se puede aspirar a una sociedad verdaderamente igualitaria, donde hombres y mujeres puedan desarrollarse plenamente en todos los aspectos de la vida. Es un desafío que concierne a todos, desde el ámbito personal hasta el profesional. Su superación es fundamental para el avance de nuestra sociedad hacia un futuro más justo y equitativo.