#Auditing School

Auditar la empresa familiar

Jordi Tarragona

Conseller de famílies empresàries

Sabeu aquell que diu que “en la contabilidad las existencias se conocen como inventario, precisamente porque pueden estar inventadas”. Y es que la contabilidad es una ciencia exacta que puede cambiar el color de la última línea de la cuenta de pérdidas y ganancias; por eso en la memoria se deben reflejar los cambios de criterio.


Algunas empresas han de auditar sus cuentas por obligación legal, pero la inmensa mayoría no. Muchas de estas ni se plantean la duda shakespeariana de “¿auditar o no auditar?, esa es la cuestión”. Y es que ven la auditoría no solo como un engorro, sino además como un gasto; y son acérrimas seguidoras del viejo aforismo de “euro ahorrado, euro ganado”.


El 78 % de las empresas españolas son familiares, y de ellas aproximadamente el 70 % están en primera generación. Si estas son de propietario único puede pensar como Juan Palomo, ”yo me lo guiso, yo me lo como”. Pero “no es lo mismo la empresa del fundador que la de primos”. A medida que aumenta el número de socios es conveniente establecer sistemas profesionales en el funcionamiento de la empresa, y entre ellos está la auditoría de cuentas.


Entre las fortalezas de la empresa familiar está la confianza, pero debemos recordar que “solo te puede traicionar aquel en quien confías”. Los lazos fraternos pueden ser muy sólidos y efectivos, pero “Caín mato a Abel”. En la empresa familiar no vale Mateo 6.3 “que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha”; porque se refiere al acto de dar limosna, no al de gestionar una empresa.

El 78% de las empresas españolas son familiares, y de ellas aproximadamente el 70% están en primera generación

Dejando aparte las cuestiones legales y bíblicas, y a pesar de los inconvenientes, es recomendable hacer auditoría; sobre todo si no todos los accionistas trabajan en la empresa. Hacer auditoría tiene varias ventajas. Ayuda a mejorar la contabilidad y los controles internos, detectando errores y omisiones. Mejora la fiabilidad de las cuentas y el conocimiento del estado patrimonial real de la empresa. Reduce la responsabilidad de los administradores. Da seriedad frente a los proveedores y clientes. Ayuda a obtener financiación. Mejora la confianza de los accionistas. Puede ayudar a ver áreas de mejora. Ayuda a la formación del personal de la empresa que interviene, sobre todo en las primeras ocasiones. Una mejor información ayuda a tomar decisiones más acertadas.

Para las sociedades cotizadas la ley establece que la comisión de auditoría estará formada de forma exclusiva por consejeros no ejecutivos, la mayoría de los cuales, al menos, tendrán que ser consejeros independientes, y uno de ellos designado teniendo en cuenta sus conocimientos y experiencia en contabilidad y auditoría. Esto también es recomendable en las sociedades no cotizadas. Yo recomiendo a las empresas familiares que dejen que los socios que no están en el día a día de la empresa escojan a los auditores, y que estos les reporten a ellos. También les recomiendo que pongan los libros de contabilidad a disposición de los socios, sin necesidad de que estos los soliciten, ya que pedirlos levanta suspicacias que pueden derivar en conflictos.

Además de la auditoría contable, en las empresas conviene auditar cuestiones como los riesgos laborales o medioambientales, la responsabilidad penal de los administradores y el funcionamiento de los órganos de dirección y gobierno, entre otras cuestiones. Ante las reticencias de algunos de mis clientes les planteo que harían si tuviesen todo su patrimonio invertido como socios minoritarios alejados del gobierno en una sociedad no familiar.

En las empresas familiares, que son la mayoría, además es recomendable auditar de forma periódica la comunicación en la familia y entre la familia y la empresa, porque la comunicación sincera es la mejor prevención para la gestión de los inevitables conflictos que pueden surgir en toda relación humana, en la que puede haber intereses legítimos dispares. También hay que auditar el funcionamiento de los órganos de gobierno de la familia, ya que la sobremesa familiar tiene una eficacia limitada pasada la primera generación; la implicación de la siguiente generación en la continuidad de la empresa, lo que no quiere decir necesariamente trabajar en ella; los planes de relevo en la propiedad, gobierno y dirección, con sus correspondientes planes de contingencia; y las normas de relación entre la familia y la empresa. Nada de ello garantiza la continuidad de la empresa familiar, pero aumenta sus probabilidades.